La escritura no es la proyección del hombre, sino el trazado de su devoción por el vacío, el movimiento de la inscripción de su negatividad. Edmond Jabès.

Saudade

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Heteronimia.

martes, 14 de marzo de 2017

Lenin: el inmortal (I), John Gray


¡Muertos de todos los países, uníos!
"Manifiesto cosmista", Petrogrado, 1920



El poeta Vladímir Mayakovski captó el estado de ánimo que reinaba entre los bolcheviques cuando se anunció la muerte de Lenin el 21 de enero de 1924: "Lenin, incluso ahora, está más vivo que todos los vivos". Muchos miembros del partido creían que Lenin no había muerto realmente. Pero ¿era inmortal el espíritu de Lenin, o podía serlo el propio Lenin -el Lenin real, físico- devuelto a la vida de alguna manera?

El funeral de Lenin fue organizado por Dzerzhinski. Estableció la pauta para futuros actos de Estado de que orden de precedencia reflejaba el estado del momento de la lucha por el poder. Stalin y Zinóviev fueron los portadores principales del féretro, mientras que Trotsky, que se estaba recuperando de una enfermedad, en el Mar Negro, ni siquiera fue avisado de la fecha de la ceremonia.

El funeral fue precedido por una capilla ardiente, y el interrogante era qué hacer con el cuerpo.  No esta del todo claro cómo se tomó la decisión de embalsamar a Lenin. Las actas de una reunión del Politburó celebrada a finales de otoño de 1923, cuando ya estaba gravemente enfermo, sugieren que Stalin se oponía a realizar un entierro o incineración corrientes e insinuó la posibilidad de embalsamarlo, procedimiento al que Trotski y Bujarin se oponían. Al parecer, Stalin creía que un Lenin embalsamado cuadraría con la creencia ortodoxa rusa de que los cuerpos de los santos son incorruptibles y canalizan los sentimientos religiosos de los rusos en beneficio del régimen.

Quienquiera que fuera el responsable, la decisión de embalsamar a Lenin implicaba algo más que cálculo político. Los "constructores de Dios" tenían una fe mágica en el poder de la ciencia, que en su opinión poda vencer a la muerte. Uno de ellos -Leonid Krasin(1870-1926)- intentó congelar a Lenin, con el objetivo ultimo de devolverle la vida. Igual que Gorky, Krasin era adepto a la filosofía de la "construcción de Dios". Asimismo, creía en la resurrección científica. 

Junto con otros "constructores de Dios", Krasin admiró durante mucho tiempo al pensador ortodoxo ruso Nikolai Fiódorov. (1829-1903). Más próxima al cristianismo original que a las tradiciones occidentales, la ortodoxia rusa prometía la resurrección del cuerpo. En las enseñanzas de Jesús, la humanidad carnal era lo que se levantaría de la tumba. Fiódorov creía que la ciencia podía crear la inmortalidad física. Eso no sólo permitiría a generaciones futuras de la humanidad evitar la muerte: todo ser humano que hubiera vivido alguna vez podría resucitar. Fiódorov había formulado esta tesis en respuesta a una carta de Dostoievski, ardiente partidario:

           Nuestro deber, nuestra tarea, consiste en devolver a la vida a todos los que han muerto, a todos aquellos que, como hijos y descendientes, perdimos: nuestros padres y antepasados [...]. En otras palabras, la raza humana la irresistible, ciega y fría fuerza del universo en otra, informada por el espíritu, la razón y la voluntad de todas las generaciones resucitadas [...].Todo sería resultado d la razón, la voluntad y el trabajo consciente.

Fiódorov convirtió la fe ortodoxa en la resurrección física en un proyecto de derrota de la muerte mediante la tecnología:

          El destino de la Tierra nos convence de que la actividad humana no puede quedar confinada entre los límites del planeta. Tenemos que preguntar si nuestro conocimiento de su destino probable, su inevitable extinción, nos obliga a hacer algo o no. ¿El conocimiento puede ser útil o es un adorno inútil? En el primer caso podemos decir que la Tierra se ha vuelto consciente de su destino a través del hombre,  y esta consciencia es evidentemente activa: el camino de la salvación. La mecánica ha aparecido precisamente cuando el mecanismo ha empezado a deteriorarse [....]. No hay intención en la naturaleza; es el hombre quien tiene que introducirla, y ésta es su raison d'être suprema.


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